De camino al Centro
de Encuentros Neutrales, Nira repasa cómo empezó el cambio, allá en el 2020, y
recuerda una de las revelaciones más significativas del confinamiento de ese
año. Desde el primer mes en que la mayoría de la población se quedó en casa, numerosos animales recuperaron su espacio y se acercaron a zonas urbanas donde
hacía muchos años que no se les veía. Por otro lado, los niveles de contaminación bajaron a los
niveles más bajos de los que había registros. Delfines jugando en los puertos,
ciervos paseando por los pueblos, jabalíes en el centro de las ciudades.
Imágenes insólitas que emocionaban a todas esas personas que creían que la
naturaleza ya había renegado del ser humano.
Incluso el clima se regula y vuelven las
precipitaciones de abril descritas por los refranes desde hace siglos. Ella era
todavía un poco joven para actuar pero era muy observadora y vio cómo su padre
y su madre se movilizaban para proteger especies animales y presionar para
generar políticas que respetasen a los animales y al medio ambiente.
Comenzaron con
un sencillo boicot al consumo de plástico y de combustibles fósiles pero sin
absurdos, sin obligar a las personas a dejar su vehículo particular de siempre.
Y sin negar que el plástico era útil en
estructuras definidas para durar mucho tiempo y que se reciclaría tras su uso.
Así simplemente la población en general dejó de comprar bebidas embasadas en
plástico y las empresas lo dejaron de producir. Las personas contrataron
comercializadoras de energía eléctrica limpia y las centrales térmicas tuvieron
que cerrar. Y muchas otras campañas que desde la conciencia de la no
contaminación fueron cambiando el perfil del
consumidor que el sistema de producción asumió sin rechistar.
Un segundo paso
fundamental se dio cuando las personas tomaron conciencia de la función de su
dinero. Sus ahorros, según en qué banco estuviesen, estarían promoviendo
políticas de desigualdad y contaminación o no. Y así una gran mayoría de
personas trasladaron su dinero a entidades de banca ética. Estas se comprometían
a no invertir en ningún proyecto que atentase contra la libertad humana o
contra la naturaleza y literalmente dejan sin financiación a inversiones
petrolíferas y promocionan otras de energías sostenibles y proyectos sociales.
Lo más
interesante de este primer cambio fue que no implicó ninguna novedad en el
sentido de revolución, se limitó a hacer uso de herramientas que ya existían
pero que las personas no habían utilizado por falta de esperanza y de confianza
en el cambio. Pero la nueva conciencia del cambio había conseguido renovar
dicha esperanza y las personas actuaban en conjunto conscientes de que si una
gran mayoría hacía estos gestos la estructura social y económica cambiaba y
daba soluciones a la nueva situación.
La bicicleta de
Nira circula por Paseo San Juan y justo se cruza con Nil, gran amigo desde la
infancia y naturalista desde entonces. Lleva una cresta naranja y verde tipo
punk de los ochenta, le dedica una inmensa sonrisa y un saludo de camaradería
de los que comparten las personas que se saben pertenecientes al mundo actual.
Integrantes del movimiento que lleva al mundo a ser un lugar más limpio, justo,
sostenible y, al fin y al cabo, más feliz y con menos sufrimiento; sobre todo
menos sufrimiento innecesario e injustificable como había habido. Ella le mira
con su pícara e inteligente sonrisa y le
responde “¡Nos vemos después en la plaza!”
Los primeros
años del cambio fueron duros porque hubo muchos boicots, extorsiones y
amenazas, así como agresiones a activistas, pero ahora ya se es consciente de
que el cambio es necesario, imparable y que no amenaza a nadie porque ofrece a
cada persona lo que necesita aunque sea en una situación diferente. Los grandes
poderosos de antaño siguen gestionando un gran volumen de negocio y teniendo
muchos privilegios, pero ahora lo hacen de forma transparente y sin paraísos
fiscales, o sea, pagando sus contribuciones, pero eso les hace más humanos y
les ha permitido redimirse y sentirse parte de la solución y parte del mundo.
Nira pedalea abstraída en sus pensamientos, el sol
brilla y el sonido del rozamiento de de la cadena de su bicicleta le hace
pensar en sus veranos de pequeña por los campings del mundo. Una furgoneta
blanca se detiene a su lado y ella no se da cuenta hasta que dos personas se
bajan por el portón lateral, la cogen sin que pueda decir nada y le dicen “ven con nosotros, tenemos que hablar”…